Arzúa está marcada por la impronta del paso del Camino de Santiago, considerado el primer Itinerario Cultural Europeo por el Consejo de Europa, dejando a su paso innumerables muestras patrimoniales a lo largo del tiempo.
Es en el medievo cuando, gracias al descubrimiento del sepulcro de Santiago el Mayor, aparecen las peregrinaciones jacobeas. El auge de estas peregrinaciones hace que en la encrucijada de caminos nazca una pequeña aldea que el Códice Calixtino llama: Vila Nova, que con el paso del tiempo pasará a llamarse: Arzúa. Nace así el hospital de Ribadiso y el convento de Madanela con la obligación de dar asistencia a los peregrinos.
Es en el año 1587 cuando, debido a que los piratas ingleses al mando de Francis Drake amenazaban con destrozar Santiago de Compostela, el arcebispo Juan de Sanclemente y Troquemada esconde el sepulcro para que no fuese expoliado. Este hecho representó la casi desaparición de las peregrinaciones durante 300 años.
En 1887 el cardenal Miguel Payá y Rico hace unas reformas en el Altar Mayor de la Basílica y la noche del 28 de enero de 1878 los trabajadores agujerearon una pequeña bóveda y aparece una hurna con los esqueletos de tres hombres. El papa León XIII le comunica al mundo la encíclica Deus Omnipotens el descubrimiento de los restos del Apóstol. Pero las peregrinaciones continúan siendo minoritarias.
Solo desde la declaración de las Rutas Jacobeas como 1º Itinerario Cultural Europeo (1987) por el Consejo Europeo y Bien Patrimonio de la Humanidad 1993 por la UNESCO la peregrinación alcanza la importancia que tuvo en la Edad Media.